Estar lejos de ti es no escuchar tu cuerpo, desgastarte, estresarte y vivir esperando que algún día, después de algún logro, alguna meta, algún viaje, o algo nuevo, te sientas mejor. Estar lejos de ti es pensar más en los demás que en ti. Es perder el rumbo, es esa sensación de no saber a dónde ir, no saber qué quieres hacer. Es perder la capacidad de disfrutar de lo más simple, de lo cotidiano. Es vivir desde el esfuerzo, el sacrificio, el estrés, la duda y la ansiedad. Si nos ponemos científicos, es un sistema nervioso simpático activado: un estado de alerta que no te deja descansar ni tener muchos momentos plenos.

Y ahora sí, regresar a ti es escuchar tu cuerpo, darte pausas y nutrirte sin sentirte culpable; es saber valorar, honrar y amar a este vehículo que no solo nos mantiene en esta tierra, sino que nos permite gozarla. Es volver a disfrutar de la vida con los sentidos, despertar a la magia de lo cotidiano, de eso que ya tienes, de eso que ya eres. Es regresar a entender tu propósito y tu camino, y tener la claridad para saber decir "sí" o "no". Es tener claras tus intenciones y afinar esos sueños para que vengan del alma y no del ego. Es sanar. Es estar en casa. Es vivir siendo amiga de ti misma, cómplice, admiradora, siendo fan de ti, de tu vida y de lo que eres en toda la extensión de la palabra.